Me encantaría saber cuándo termina de lavar el lavarropas. Tiene una alarma, por supuesto, pero apenas puedo oírla desde la sala de estar, y definitivamente no puedo oírla desde la fiambrería del almacén. ¿Qué pasaría si el lavarropas pudiera enviarnos un mensaje al teléfono celular cuando termina el ciclo?
Además, ¿qué pasaría si el refrigerador pudiera hacer un seguimiento de su contenido y darnos una lista de los alimentos que debemos reabastecer? La engorrosa tarea de hacer la lista de compras quedaría en el pasado. ¿Qué tal luces que se encienden cuando uno llega con el auto a la entrada de la casa? No solo luces exteriores de detección de luces o detección de movimiento, sino luces sobre la puerta de entrada, en el pasillo y en la cocina. La Internet de las cosas (IoT) está resolviendo estos problemas rápidamente, conectando dispositivos y permitiendo ventajas que antes estaban relegadas al mundo de la ciencia ficción.
La promesa de la IoT ha generado una especie de fiebre del oro tecnológica. Compañías de industrias tan diversas como vestimenta, electrodomésticos y automotriz están entrando al mercado. Pero, a pesar de todo el conocimiento de productos que ofrecen estas compañías en sus campos respectivos, a menudo carecen de las herramientas de ingeniería para llevar sus visiones de la IoT al mercado. A veces, estas compañías tienen el poder tecnológico para superar las dificultades de ingeniería propias de la IoT, pero se encuentran con una plétora de herramientas dispares. Generalmente, esto significa, como mínimo, un ecosistema de herramientas para el microcontrolador y otro para el chip de comunicaciones inalámbricas.
Sin embargo, no son solo las grandes compañías de la industria las que se han visto atraídas a la fiebre del oro de la IoT. Existe una gran participación de la comunidad de “creadores”: personas, diseñadores, inventores y emprendedores privados, para nombrar algunos, que ven la oportunidad que representa la IoT. Existe una especie de suposición implícita en torno a la IoT: las “cosas” son dispositivos generalmente pequeños y discretos integrados en productos conocidos y conectados con otros dispositivos de la Internet. Desarrollar productos para este entorno integrado y conectado plantea desafíos únicos que no se encuentran al desarrollar productos en la escala de las computadoras personales. Lo que es más, el cambio de contexto que implican los diferentes ecosistemas de herramientas plantea un desafío aún mayor para los creadores individuales que, a menudo, no pueden darse el lujo de especializarse en solo una herramienta.
Aquí llega Raman Sharma de Silicon Labs y la plataforma de desarrollo Simplicity Studio. Sharma comprende los desafíos que enfrentan tanto creadores como compañías cuando diseñan para la Internet de las cosas. Su experiencia une las preocupaciones de la ingeniería de bajo nivel con la venta y el marketing de productos de alto nivel. Comenzó como diseñador de chips y llegó a puestos de ingeniería de aplicación e ingeniería de aplicación de campo, para luego pasar a puestos de ventas. “Trabajaba de cerca con los clientes todos los días”, recuerda Sharma, “mientras aprendía sobre los diversos requisitos de los diferentes sectores del mercado y juntaba toda esa información para definir el ecosistema de desarrollo Simplicity Studio, el cual diseñamos para ayudar a que los diseños de la IoT pasen de la idea a la producción en un entorno simple de usar”.
Mientras trabajaba en el área de ventas de Energy Micro, una compañía que Silicon Labs adquirió más tarde, Sharma notó la dificultad de los clientes para cambiar de diseño de microcontroladores. “Constantemente nos decían que nuestra tecnología de microcontroladores tenía una apariencia muy buena, que les encantaba y que no podían esperar para empezar a trabajar, pero que la curva de aprendizaje para dejar un proveedor de microcontroladores arraigado era demasiado grande”, explica Sharma. Sin desanimarse, Sharma y su equipo usaron estos comentarios de los consumidores para impulsar el desarrollo de una solución y bajar la pendiente de esa curva de aprendizaje. En sus propias palabras, querían “ayudar a los consumidores a estar listos para empezar lo antes posible”.
La solución que desarrollaron fue la plataforma Simplicity Studio. Sharma explica que “Simplicity Studio ayuda a llevar a los clientes de la simple exploración a la evaluación, la demostración, el diseño, la optimización y, finalmente, la producción”. Cuando Silicon Labs adquirió Energy Micro, Simplicity Studio creció para incluir muchos más productos que abarcan todo el dominio de la IoT: de microcontroladores de gama baja de 8 bits a 32 bits, transmisores inalámbricos, transceptores, microcontroladores inalámbricos e, incluso, sensores.
Sharma relata la historia de un desarrollador que tenía amplia experiencia en el desarrollo de bancos y aeropuertos, pero nada de experiencia en el desarrollo de dispositivos integrados. “Se acercó a nosotros y nos dijo que era un técnico en informática pero que, cuando trataba de aplicar su conocimiento técnico para crear un dispositivo o sensor de la IoT, estaba perdido”. Al igual que con los comentarios de los clientes de grandes corporaciones, Sharma y su equipo se tomaron esta inquietud de forma personal. “Hicimos cambios en Simplicity Studio para abordar las necesidades del mercado de creadores y elaboramos una guía para creadores en el sitio web de Silicon Labs para ayudarlos a empezar y crear algo importante paso a paso”, indica Sharma.
Entonces, ¿qué le depara el futuro a la Internet de las cosas? Sharma comparte su visión: “En Silicon Labs, estamos creando dispositivos de hardware, herramientas y componentes que abstraen a los creadores como individuos e, incluso, a las compañías del microchip, ya que reducir la curva de aprendizaje para que alguien comience un proyecto de circuitos integrados reduce la ansiedad”. Agrega: “Estamos aplicando firmware al hardware y software alrededor de ese paquete para crear una solución. Estamos brindando los elementos para que tomen nuestra solución y creen una pelota de golf inteligente, un rastreador de actividad física o una etiqueta de activos que se puede enganchar en un llavero”. Sharma prevé que el ecosistema de Simplicity Studio evolucionará para incluir componentes de tipo “arrastrar y soltar”, que representan bloques funcionales que se conectan para formar un diseño. La herramienta brindaría pautas de diseño y validación técnica. Una vez superada la fase del prototipo, la herramienta podría brindar más optimización centralizada en una batería o un protocolo inalámbrico específicos y llevar el diseño por la etapa de producción.
Podemos perdonar a quienes piensan que la Internet de las cosas es un fenómeno nuevo. La proliferación de la conectividad inalámbrica, la ubicuidad de los teléfonos inteligentes e, incluso, la popularidad creciente de las redes sociales han tenido un papel en impulsar el interés por la Internet de las cosas. Pero ya en 1990, en el comienzo de la Internet, John Romkey y Simon Hackett conectaron por primera vez un electrodoméstico a Internet: la tostadora Sunbeam. Originalmente, solo ofrecieron un control binario único para la potencia. Con este control, los usuarios podrían variar el grado de tostado aplicando la potencia durante tiempos variables. Luego, agregaron una especie de grúa en el aparato para que la tostadora también pudiera cargarse mediante Internet. Si bien la primera tostadora de Internet del mundo generalmente se desestima como una broma, la primera “cosa” en Internet merece reconocimiento como un logro de ingeniería importante. No podemos evitar preguntarnos cuánto más se podría haber logrado con ecosistemas modernos de desarrollo de herramientas, como Simplicity Studio.
Los sueños actuales de automatizar las compras ya no son cosa de los Supersónicos. Por el contrario, es una realidad del futuro cercano, y quien sea que lo lleve al mercado cambiará la forma en que vivimos, trabajamos y jugamos.